Las empresas que han empezado a ofrecer patinetes eléctricos compartidos en San Francisco se han encontrado con una crítica inesperada: muchas personas están absolutamente en contra de esta iniciativa. Analizamos la situación.

¿Quién iba a pensar que unos simples patinetes eléctricos podían convertirse en todo un motivo de conflicto para una ciudad como San Francisco (Estados Unidos)? Pues, una vez más, la realidad supera a la ficción.

Y es que hay unos pequeños patinetes eléctricos de alquiler que han enfrentado a dos bandos: a sus defensores más acérrimos y a todos aquellos ciudadanos que ven en ellos al mismísimo diablo sobre ruedas. Una polémica en las calles de San Francisco que queremos entender a fondo.

Bird, LimeBike y Spin son las tres empresas que se esconden tras esta avalancha de patinetes en San Francisco. Las tres compraron miles de estos pequeños y “divertidos” aparatos de movilidad y los lanzaron a las calles de San Francisco a través de un sistema de alquiler por minutos. Algo así como un “patinete – sharing”.

¿Por qué surge la polémica de los patinetes eléctricos de San Francisco?

Hasta ahí puede sonar todo normal, divertido, hasta apetecible. El caos llegó cuando se vieron realmente todos estos aparatitos surcar las calles de la ciudad sin ningún tipo de control. Estos patinetes eléctricos sin cubierta llegaron justo cuando estaban preparándose para aprobar una nueva legislación que regulase su uso. Una legislación que de momento no ha llegado.

Así que si paseas por la ciudad, verás a quién no lleva casco ni se le pasa por la cabeza (y nunca mejor dicho), a dos personas juntas, a un padre o madre con su hijo pequeño, usuarios conduciéndolos por las aceras con el riesgo de que te lleven por delante…

Y no solo eso. Los coches de alquiler, las motos o las bicis cuentan con lugares destinados a su aparcamiento cuando no se están usando. Pero ahí está uno de los principales problemas de estos patinetes eléctricos: ellos no tienen un lugar específico en el que “descansar”, lo que está provocando un auténtico campo de estos aparatos tirados por las aceras, carreteras o incluso guardados en casas para hacer de ellos algo de uso exclusivo.

Desde San Francisco buscan su regulación

En abril, según Ars Technica, el abogado de San Francisco, Dennis Herrera, envió una serie de cartas para que cesaran en su actividad a las tres nuevas empresas: Bird (valorada en 115 millones de dólares), Spin (8 millones) y LimeBike (132 millones). En estas cartas se acusaba a las empresas, que compiten entre sí, de ser una molestia pública.

«Mi oficina ha seguido recibiendo numerosas quejas de funcionarios públicos y departamentos municipales sobre el peligro de estos patinetes eléctricos«, decía el abogado. Aunque insistió en que de momento van a seguir trabajando para mejorar las políticas de conducción y estacionamiento.

Además, desde San Francisco aseguran que no quieren prohibirlos, pero sí asegurarse de que funcionen de una manera que sea útil para los problemas de transporte.

¿Son más un problema que una solución a la movilidad?

Según The Guardian, estos patinetes se han convertido en todo un símbolo de las diferentes visiones de la vida en la ciudad.

Para los críticos de la industria tecnológica, representan todo lo que está mal, extendiendo un espíritu que proclama el desplazarse rápido aunque sea a base de “romper cosas”. Para los evangelistas tecnológicos, son una prueba más de que es mejor pedir perdón que permiso.

Por eso nos preguntamos: ¿este tipo de tecnologías ayudan realmente o acaban entorpeciendo más la vida en la ciudad? No tenemos que irnos al otro lado del charco para pensar en uno de los ejemplos más representativos de alquiler de patinetes eléctricos en ciudades que más controversia han generado: Barcelona.

En la ciudad condal es de lo más habitual ver cientos de personas utilizar por su cuenta o en grupos turísticos este tipo de patinetes o segways. Pero según la Ordenanza de Circulación de Viandantes y Vehículos impulsada por el Ayuntamiento , desde el 1 de julio de 2017 los vehículos eléctricos no pueden circular por la acera.

Esto ha convertido a Barcelona en una especie de pionera en su regulación, pero todavía son muchas las ciudades que no tienen ningún tipo de normativa al respecto de este tipo de movilidad en España. Esto supone que puedan ir perfectamente por la acera, restando así espacio de tránsito y tranquilidad a los peatones y personas con discapacidad que van en silla de ruedas. ¿Son entonces una buena alternativa para mejorar el desplazamiento en grandes ciudades? El tiempo lo dirá.